jueves, 2 de mayo de 2013

"Sólo tres personas han silenciado Maracaná: el Papa, Sinatra y yo"



El día 12 de junio del año 2014 dará comienzo un acontecimiento que se intuye será uno de los mayores espectáculos de la historia del deporte; el Mundial de Brasil  de 2014. A poco más de 400 días para el arranque del torneo de fútbol por excelencia, las expectativas son máximas, quizá no andemos lejos de la verdad si nos atrevemos a decir que nunca un torneo, independientemente del deporte, haya generado tanta expectación, pues muchas son las ilusiones depositadas en este sueño mundial llamado fútbol que alcanza su máximo esplendor durante 30 días. Una orgía futbolística durante un mes entero, los mejores jugadores enfrentándose cara a cara por alcanzar un olimpo en el que solo tienen cabida los elegidos, imagínense.
                El marco en el que se desarrollará todo esto será Brasil, un lugar idóneo, por tradición y por cultura; difícilmente encontrar un sitio mejor. El país que vio nacer a Garrincha, a Zico,  a Pelé, a Ronaldo y a Ronaldinho, entre otros muchos más, acogerá la vigésima edición de la Copa Mundial de Fútbol. La selección anfitriona, siempre favorita, encara la cita con el único objetivo de coronarse campeona del mundo por sexta vez en su historia. Otro resultado que no fuese la victoria de la canarinha supondría un fracaso y una decepción para la selección que más veces se ha alzado con el trofeo, cinco en total.

Brasil ya acogió el Mundial de fútbol de 1950, fecha de horrible recuerdo para los cariocas, pues en tal ocasión protagonizaron una de las situaciones más crueles que se recuerdan en la historia del fútbol; el famoso Maracanazo. Uruguay y Brasil se jugaban en el último partido de la competición el título, no se trataba de una final tal y como conocemos ahora, pues en aquella época el torneo tenía otro formato, una especie de fase final en el que el campeón saldría de un grupo compuesto por cuatro equipos (Uruguay, Brasil, Suecia y España), no obstante aquel partido alcanzó la categoría de final, ya que el vencedor se proclamaría campeón. El escenario en el que se decidiría el torneo fue el mítico estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, ante más de 173.000 enfervorizados brasileños, la mayor cantidad de espectadores jamás reunida para presenciar un partido de fútbol, que daban por hecho el triunfo final de su equipo, y más cuando al poco de empezar la segunda parte Friaça marcaba gol para los locales. Pero el fútbol es caprichoso y no entiende de guiones previos, y en un abrir y cerrar de ojos, Uruguay daba la vuelta al partido con goles de Schiaffino y Alcides Ghiggia, ante la incredulidad general. No hubo tiempo para más, el partido finalizó y Uruguay, que por aquel año contaba con 2 millones y medio de habitantes, se proclamó campeón del mundo por segunda vez en su historia.

La inmensa alegría de todo un país contrastaba con la absoluta desolación del otro; nunca un partido de fútbol causó tanta tristeza, la amargura por la derrota fue tal que la selección brasileña no volvió a jugar jamás con su uniforme clásico, blanco entero con el cuello azul; hubo suicidios en Río y en todo el país, Brasil se olvidó del fútbol y estuvo dos años sin volver a jugar un partido. Alcides Ghiggia, autor del gol del Maracanazo, declaró en cierta ocasión: “Casi me sentí culpable. Sólo tres personas han silenciado Maracaná: el Papa, Sinatra y yo".

El fútbol es maravilloso por cosas como esta, tiene la capacidad de cambiar el estado  de ánimo de todo un país; de potenciar las emociones y desatar pasiones. El verano de 2014 tendremos otro Mundial en Brasil, otra oportunidad de emocionarnos, otra ocasión de tocar el cielo, otra final en Maracaná. ¿Otro Maracanazo?



No hay comentarios:

Publicar un comentario